Se dice que quien se acerca al árbol de los deseos puede
hallar el éxito o el fracaso, que muchos no regresan y casi todos desaparecen;
se cuenta de una chica que nadie sabe lo que quería, nunca lo dijo, su corazón
era reservado como la virginidad de la princesa, o el trono de la amazona. Los
buscadores de tesoros han debatido si el árbol existe o en dónde queda, hablan
de su propiedad divina e incluso extraterrestre, pero nadie sabe de verdad
dónde se halla. Mito, leyenda, o una verdad oculta, lo cierto es que quien cree
en cosas fuera de lo normal, tarde que temprano ha de pasar por una experiencia
fuera de lo ordinario. Dos chicas y un joven se aventuran profundo en el denso
bosque, brujas y duendes habitan los rumores de quienes viven al margen, de
los que se detienen ante los misterios que allí suceden. Luces en el cielo que
bajan ocasionalmente, de una criatura que llaman chupacabras o de la cantidad
de venenos y trampas de la ruda naturaleza, lo que puede ser la zona de la
muerte que es un desierto entre un pantano, un cerro y un valle. El chico
afrimaba que si existía algo maravilloso como eso, debía encontrarse en lugar
así, debía estar custodiado por los peores monstruos del mundo, nadie que no
fuera digno de su servicio podría siquiera dar con el lugar. Las chicas
convencidas de ello no lo piensan dos veces antes de irse a un sitio tal, no
hay honor en una victoria sin sacrificios, entonces viajaron al bosque ante la
insistencia ajena de que no lo hicieran. Llevaron provisiones para una semana y
encararon las pruebas, lo que empezaba con la horda de mosquitos y demás
plagas, también la inclemencia del clima o falta de costumbre a los elementos
del mundo. No hay basura pues aún no se han atrevido como ellos a explorar lo
tenebroso, son sólo ellos tres pues hasta los aparatos eléctricos no tienen
señal, se descargan con rapidez como las baterías. La primera noche pasa sin
novedad, las estrellas se pueden observar sobre la bóveda de los árboles, en el
pantano las ranas cantan y las chicharras hacen su característico ruido. Las serpientes
y los escorpiones son simples historias de hombres temerosos, no se observó
nada peligroso más que la propia mente llena de prejuicios y miedos, el mal que
como del bien habita en el corazón. Cada uno iba enfocado en su deseo, el
principal era llegar a él para pedir el resto, para desahogar ese impulso de la
existencia que se manifiesta en los deseos y el querer. Los días con sus noches
pasaron sin más acontecimientos que los propios de un viaje a través de la
selva, tantos árboles y nada de milagros, sólo penas y nada de las alegrías, y
ni siquiera nada de los temores de otros. De repente un ovni gigantesco se vio
en la oscuridad sobre ellos, estaba demasiado alto y aun así se veía grande, de
él salieron otros nueve más pequeños que bajaron entre los árboles y jugaron
entre las ramas. Las chicas se tomaron cada una de cada uno de los brazos del
chico, las luces se retiraron pero regresaron juguetonamente, como un ave que
vuela sobre uno. Volvieron a ascender y se marcharon sin dejar rastro, pensaron
que fue una alucinación de no ser por la energía que queda en el ambiente, por
el real sentimiento incierto de presenciar algo de lo que no tienes prueba,
menos de lo que no puedes explicar. Ni eso los detuvo a seguir su corazonada,
continuaron ante la insistencia de malos espíritus y el propio impulso de
abdicar, siendo el propio enemigo hay que ser su propio amigo, vencieron
valientemente sus miedo y llegaron a una planicie como la descrita zona de la muerte.
Entraron allí sin pensar en las consecuencias, encontraron un árbol entre las
dunas, su deseo se había cumplido, ahora era tiempo de probar si son sueños o
pesadillas, entonces se hallaron entre galaxias fuera del tiempo y más allá de
la consciencia. ¿Querían ver a Dios? ¡Ustedes lo son!