Se nos enseña que somos dueños de nuestra vida, no obstante, nada
es más falso como eso, algo nos domina y controla en una artificial visión de
la realidad, una retorcida donde criaturas oscuras son las que rigen en
aparente honor y bondad. Hay un pacto secreto que impide filtración alguna, por
eso Julián Assange es un traidor, se atrevió a desclasificar documentos que
prueban el negocio del estado en sociedad con la corporación privada, beneficio
mutuo de una estafa pública justificada con violento terrorismo o sometida a
las mafias en cualquier estrato social o statu quo. Claro que a pocos esto les
puede parecer verdad o darles miedo, tal es la prepotencia de su orgullo que
siguen al pie de la letra aquel guion alienígena de sistema material, no
perciben aquello que acecha en las sombras o el corrompido corazón de los
desesperanzados y caídos. La doble moral encubre al bien en el peor de los
males de la misma forma que lo hace el mal a la luz del día, se disfraza de
amable rostro y hasta puede obrar milagros sin dejar de ser la encarnación de
la inmisericorde iniquidad, o como generalmente, piden adoración y sacrificios
para alimentarse de sus almas y quien sabe qué otras aberraciones más. Kate y
Paul empezaron su relación como una necesidad física, ninguno se quería
involucrar afectivamente, pero aunque lo intentaron no pudieron evitar la
fuerza del amor, esa energía cósmica e infinita que hace a la consciencia del
ser humano despierta y poderosa, no en vano es el sexo el origen de la vida.
Pasaron del encanto físico y el placer a ese nivel donde ya no es solo algo
orgánico, trasciende lo material y toca esa fantasía mitológica que en efecto
existe y gobierna en cada polo de la dualidad primigenia después de la unidad,
esa colección de humanos ascendidos en los senderos que se abren entre el fango
de la asesina rutina. Él se esforzó tanto, al punto de sentirse miserable por
no poder embarazar a su mujer, y ella al tiempo se culpaba por lo mismo,
llevando la relación al punto de quiebre, resistiendo los embates de una
maldición que los asolaba. De la nada un hombre muy alto con gabardina y
sombrero apareció caminando al lado de Paul en la calle, lo saludó con su
propio nombre y le contestó cada inquietud que su mente hacía sin abrir la
boca. Este sujeto le dio un bolso con dinero y le pidió que fuera a un lugar
muy adentro de la selva y en un monte, allí lo estaban esperando, tenía que dar
un salto de fe si quería que sus problemas se solucionaran, y así lo hizo, fue
como si todo estuviera planeado para eso, llegó a una comunidad indígena y le
pidieron que fuera un camino, terminando en un espacio medio abierto en la
espesura de la cima y raptado por alguna clase de nave nodriza. Despertó en su
casa, Kate le dijo que había regresado pasadas las tres de la madrugada en un
estado de shock, saludó y siguió a la cama quedando dormido instantáneamente,
sólo que no olía a alcohol sino a Azufre. Al mes se enteraron del embarazo, y a
los cuatro ya tenía una gran panza. Los médicos sorprendidos hacían sus
exámenes sin arrojar nada anormal fuera del rápido y formidable desarrollo del
feto, la alegría era irremplazable y la esperanza invulnerable, al menos por un
mes más, sin hombres misteriosos ni fenómenos extraños. La fortuna siempre
estuvo allí, el cuidado médico, alimentación, servicios públicos y todo lo
demás estaba cubierto, nada les faltaba como si los ángeles cuidaran de ellos,
albergados bajo un halo de protección divina. La noche era perfecta, sin
pesadillas o perturbación emocional que los contrapusiera, pero al despertar
Kate vio con horror que su panza desapareció, gritaba y se tocaba esperando
despertar. No pudieron preguntarle al hombre alto, también había desaparecido,
regresado a su dimensión o planeta, cumpliendo su misión, llevándose un híbrido
y dejando el camino abierto para las dos parejas de hijos que ahora tienen.