Siempre me he preguntado la razón de existir, el propósito de
una vida en sus diversas formas y asombrosas expresiones, que cuando me
intentan reducir a un simple sujeto se sale un espíritu que no ha nacido y por
consiguiente no ha de morir. Suicidio, el más valiente de los cobardes, no lo
defiendo ni lo excuso, pero comprendo el punto de quiebre de todo aquel que ya
no tiene la esperanza de seguir esta farsa. Sin intentarlo he terminado en unas
circunstancias de muerte, de la misma manera que me enfermo y me accidento,
pero al fin de cuentas, aquí sigo en un mundo que a pesar de ser hermoso es muy
macabro. En otro tiempo se valoraba la palabra, así era como se excluía la
mayoría de la gente que se somete como vulgo a la iniquidad de la nobleza, pues
los analfabetos convenían como ahora lo hacen los necesitados y desesperados
consumistas. Horror me causa ver la comodidad expresada en una prominente
panza, producto del conformismo al que se reduce la vida humana, mientras el
misterio se pierde en las especulaciones y las promesas incumplidas de los
estafadores, promotores del infierno al que estamos encadenados como seres
humanos. Derramaría mi sangre por otros, bien lo sabe el dios que me aquí me
tiene, aquel al que me acostumbraron a referir, pues creo que la energía de
infinito es la resonancia del espíritu en lo que llaman amor, y no es más que
elevar la consciencia más allá de la luz y la oscuridad o del tiempo y el
espacio. Lo subjetivo no es más que la parte interna del objetivo, es lo
superficial lo que tanto enreda al ser humano que olvidaron la gran fuerza de
su espíritu, la esencia de la vida. Ya superada la muerte, hallé el mundo del
que no soy digno, puesto que prefiero arrojarme al vacío que creer en los
preceptos de la sociedad, el yugo de una humanidad usada como fuerza bruta y
carne de cañón, cuando en esencia son más que dioses, y se comportan cual vil
animal sin aceptar que son cómplices del orgullo codicioso que es el sistema: lucro;
no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita, y en esa razón soy un
millonario dejando su herencia, un don nadie que no tiene nada que perder, no
un taimado que teme perder la vida que no ha vivido sino trabajado. El arte es
la recompensa, mi tesoro más preciado, y no porque lo acapare sino porque lo he
visto, escuchado, sentido, olido y hasta degustado, un síncope de ideas que se
contraponen en la variedad de emociones y expresiones, unas geniales con la
energía ya referida y otras con la opuesta razón de fama y riqueza, en medio de
la mediocre sinfonía de culturas subnormales. Ante esa pretensión ególatra del
común denominador, prefiero ir como una sombra en la que la luz se revela, no
ser ese corriente humano que se convence del estatus olvidando que es una
condición pasajera, mientras lo que son no se puede negar por lo que hacen y
dicen, pueden engañarse a sí mismos y a otros, pero a mí no. Nací estrellado,
aun así, no dejo de ser una estrella; quizás por eso sea un ángel caído, pero
de todas formas un ángel, los santos déjeselos a los mortales mientras los que
estamos atrapados en este mundo encontramos la salida. A veces pienso que los
demás tienen razón en mi equivocada locura, luego en la soledad pasan cosas
mágicas y me olvido que de que estoy en el infierno, hasta que los demás me lo
recuerdan, y retorno a la condición corporal y física después de percibido lo
trascendental. He allí el dilema de esta encrucijada que hace mucho dejó de ser
motivo de revolución, de lo que se trata esto, la inquisitiva y caótica vida
que se abre paso entre la evidente muerte, materia prima de filósofos y miedo
de manipuladores mentirosos al servicio del lucro o mal intencionada
democracia. Todos somos existencialistas, vinimos a ser libres cuestionando
todo y probándolo en el ensayo y el error, por lo que muchos se trauman o se
confunden aceptando verdades a medias, rechazando la mitad que por más cierta
que sea duele y debe ser escondida, vituperada para que personas como uno
caigan en la trampa y no puedan sacar a nadie más, pero no cuentan con la
imaginación de los que nos volamos.