Las historias de amor suelen ser de parejas, y sobre todo no
hay uno más sublime que el de madre (sin contar con las filicidas y
sanguinarias asesinas), también las mascotas que se convirtieron en el
integrante de la familia más privilegiado, incluyendo a los adictos al trabajo
y otros amores que se cargan al ser humano como si fuera otro recurso natural
más. De tanto vender y comprar quedó en el olvido el verdadero valor de la
vida, degradado al nivel más bajo y material, sin un ápice de la consciencia
que alguna vez dominó el planeta, el sistema solar, la galaxia y el universo
entero. Uno de los adoctrinados y convencidos jóvenes leyó algo que no le
convenía socialmente, aquel oculto grimorio lo halló en una biblioteca de una
casa antigua que visitaba, sus padres lo habían llevado a ver a un familiar
afamado quien se decía pertenecía a una sociedad secreta. Los adultos discutían
temas concernientes a la familia “Logia” mientras el curioso navegaba por un
escaparate cubierto de polvo. Nadie había estado allí en meses, quizás años. El
joven tenía la tendencia a renegar de su sangre y las normas, no porque fuera
un rebelde sin causa sino por el desarrollo de su propia alma como le decía a
su consciencia, a esa forma de sentir y pensar más allá de lo físico y
artificial, cosa que ya le habían anticipado como enfermedad mental
sometiéndolo con drogas. La filosofía tenía en él un efecto nocivo según su
padre quien esperaba que fuera un banquero o al menos abogado como su madre,
pasaba el tiempo inmerso en mitos y análisis filológicos de todo aquello que
veía o escuchaba, siendo el rock (preferiblemente pesado) su polo a tierra con
todos los degenerados a quienes llamaba amigos. Su amor por el conocimiento lo
llevó por el mundo aprendiendo sobre las culturas que visitaba, alejadas
comunidades aisladas de la globalización capitalista detenidas en el tiempo y
la humanidad, recuperando el valor de la palabra y la voluntad del espíritu,
redimiendo al ego que con orgullo casi ha llevado el planeta a su destrucción,
esperando al momento de partir en sus arcas a donde sus deidades les
prometieron. Comprobó lo escrito. Algo estúpido como una gema bañada en sangre bajo
un eclipse lunar y sumergida en un lago donde alguien haya muerto, recitando
ciertas intenciones y decretos se puede conjurar un talismán de protección, que
repele y contrataca a todo aquel que incluso intente mentir, pues su alimento
es el karma. El amor propio tiene un límite, la sobrevivencia llega hasta las
fronteras de lo maquiavélico, ya que no se trata de acabar con el otro para uno
vivir, sino de sobreponerse a una condición para transmutarse en otra o en su
defecto trascender, sin culpa y con consciencia, todos podemos vencer a los
jueces de la muerte que se creyeron la autoridad, cuando nada hay sobre o por
debajo de la integridad, unidad o absoluta totalidad de la energía y la materia.
Ser de cuna tiene una responsabilidad, quien hace su propia agenda es un
traidor, un saboteador del milenario plan, un descubridor de la encubierta
verdad, hipócrita axioma y dogma comprados por el dinero, mientras los
verdaderos pensadores fueron obligados a tomar cicuta o crucificados. Cuando el
conocimiento sirve a la humanidad éste proviene del plano mental, cosa
contraria a la ciencia y toda autoridad en el interés del negocio o el pacto
arcano y ancestral entre los arcontes y sus súbditos, corrompido y deshonrado
al punto de no tener un átomo de honestidad. Empeñado al extremo radical, no el
de un terrorista o nada parecido, más bien como el arma preferida de la élite,
como un cáncer que se esparce en silencio antes de hacer metástasis, como
Diógenes enseñando que ojalá se pudiera colmar el hambre con sólo rascarse la
barriga cuando auto satisfacía su apetito sexual en público. Sólo su agendita
pudo lo que enciclopedias completas no hicieron, enseñó al ser humano librarse
de los socios y el caos de su crimen organizado, no sólo regalando energía y
agua gratis, sino el conocimiento para hacer competencia a las grandes
corporaciones, quienes no teniendo más alternativa, determinaron que el reloj
del juicio final había llegado a su hora, nadie pudo evitar que pulsaran el
botón.