martes, 19 de abril de 2022

FÉLIX Y JUSTINA

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 Parece un sueño ¿Qué hace que estábamos juntos? Es tanto tiempo que los recuerdos se han fusionado con la fantasía, se han degenerado en la mortal concepción de una imagen, una idea desvanecida en los abyectos laberintos de la mente dividida y en pugna, confusa al punto de mentirse con estéticas banalidades negando o manipulando aquello que le anima. Recordándola, vuelvo a sentir esa intensa atención que correspondía mi sentimiento, hasta que su prioridad cambió, hasta que ella misma se convenció de que ya no me amaba, acabando de su parte lo que alguna vez creí como algo real, el amor. Fue el tiempo en que la vida hacía honor a mi nombre, Félix. Vivos Romeo y Julieta y lloramos por la injusta tragedia infernal, y le prometí bajo una luna llena que nunca dejaría de amarla, porque la amaba desde otra vida pasada y la seguiré amando en las siguientes vidas. Puedo volver a vivir esos instantes mágicos, incluso su perfume viene desde la juventud cual incienso de oraciones, ascendiendo al cielo de donde proviene la adorada luz en su interior, la que reconoció en mí a alguien en qué confiar y amar, y doy gracias por esos recuerdos que ella ya olvidó y los sueños que perdió. Me duele verla engañada, no podría ser su amigo luego de haber sido lo más importante en su vida, y no porque no quiera servirle, sino porque me hace sentir alguien especial cuando me necesita, y me lo agradece sin darme siquiera la oportunidad de volver a sentir el calor de un abrazo o la infiltración de los besos. Quisiera poder consolarla cuando el mundo se le cae a pedazos, hubo un tiempo en que no tenía a nadie más a quien recurrir, y Justina venía a desquitarse conmigo, a quejarse y maldecir su mala fortuna y deprimirse por sus malas decisiones, sin decirle nunca que haberme dejado de amar fue el peor de todos, alguna vez ella me celebró el cumpleaños y fue lo mejor en mi vida, y ella también le hacía honor a su nombre, la vengativa cuando algo no le parecía y la caritativa que aunque no tuviera se rebuscaba para dar. Luchábamos contra la adversidad y vencíamos, nos asediaba la envidia y por eso comprendía sus celos, usualmente me lanzaba a los tiburones, jugaba a hacerme mirar a las que se mostraban y vendían pidiendo una calificación, a lo que siempre decía algo como “Parece una stripper” “Es una lesbiana” “Le gusta por atrás” y cosas que a veces le hacían reír y en otras la enfadaba. Le di mis mejores años de la vida, luego fui su amigo, o mejor dicho, fui su cómplice en sus tramas y dramas, hasta el cansancio, como el día de mi cumpleaños que llamó porque necesitaba otro favor, de tomarle unas fotos besándose con un sujeto con el que salía y que luego de acostarse con él descubrió que estaba casado. Pude haberme negado, pero igual que con aquel a quien se le presta dinero y desaparece de la vida, fui a ser testigo de su indiferencia hacia mí, el rechazo al que me acostumbré luego que se fuera a trabajar y tener hijos. Esperé que luego de mis escuetas palabras “No me vuelvas a escribir o llamar por favor” preguntara la razón de mi enfado, pero no le importó, asumió que fue por verla con el imbécil, no porque olvidó mi onomástico, sino porque en lo personal sólo era su lacayo. Un día la vi pasar en su auto, iba sola y con su habitual prisa y afán, nunca se habría dado cuenta de mí aunque se hubiera detenido y me cruzara por el frente, soy un fantasma para ella. Ahora es su cumpleaños, y no puedo ir a una tienda y comprarle una torta o llevarla a comer o comprarle una chaqueta o un par de tenis, hasta una simple artesanía tiene más significado que el justo más ostentoso y ominoso, por el verdadero amor no es de este mundo, y se lo dije cada vez que ella dudaba de mí, cuando pesaba más la sociedad que mi humanidad, y se lo repito en su cumpleaños, dije  que hasta muerto la amaría.

EL CASTILLO DE LOS PIRINEOS

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donde habito (salido de mis sueños)

MAIAA

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