Es triste ser testigo y mucho más cruel cuidar a alguien con demencia senil, no es la persona ni los demonios que pareciera tener, es la caída de la consciencia por el deterioro del cerebro. No me imagino la tragedia de Allan Ginsberg con su madre en un manicomio y peor siendo marica en un tiempo de xenofobia común y legal, ni qué decir del actor Bruce Willis quien ahora empezó su proceso luego del diagnóstico. La mierda que se embadurnan en la crisis es poco ante la ira o la necedad del impotente anciano, no le queda más que el desespero de su pena, como si la vida no tuviera piedad con quien sufre por sí mismo, se tortura con la necedad y hace de la vida ajena un infierno. No culpo a nadie, así es la vida con sus tragedias y sus milagros, trivial y etérea, cpn días soleados y otros tormentosos, y ni eso ayuda a soportar la enajenación obstinada del capricho y la demencia, esa desconexión de la realidad sometida a los impulsos mas banales. Duele el eco de la insana rutina, los autómatas bajo la costrumbre cabalgando al ocaso sin in poco de meditación e intrispección, ególatras y egoístas enorgullecidos del lujo y conformes en su vida diminuta. No eres un animal o un salvaje, si has llegado a ésta disertación no es por chiste ni en broma, sólo el suicida a punto de cometer el acto puede detener al destino con su voluntad ¿Eres otro del montón o te buscas a ti misno? No nos conocemos, pero seguramente en otra vida nos reunimos tal como ahora. Sé consciente, vienes de la luz para perderte en la oscuridad. No es estar enfermo, tampoco ser un pecador o un criminal, es la agónica y lenta que a unos les espera al final, que nunta te toque sufrir el karma.
