Lo atrabiliario que soy no me hace criminal, el estado y sus
cómplices me imputarán la rebeldía que reprimen o someten a su interés, y dirán
que soy negativo o que me equivoco al reclamar mi independencia y autonomía, me
juzgarán es sus preceptos y me condenarán a mi suerte. Puedo dar fe de ello
cuando un procedimiento médico de un par de horas se convierte en el suplicio
de media jornada, o que luego de ser víctima del tránsito urbano quede relegado
al ostracismo en su indolente burocracia, además, pagar a un acomodado para que
me entrene en sus maneras y me rotule con un cartón, es la más brutal violencia
y corrupción del espíritu humano. Eso justifica la fuerza desmedida de la
policía, la incomprensiblemente criminal codicia de la política y aberrante filosofía
de la economía y la sociedad, que creen que golpeando cacerolas van a hacer
valer el voto o el diezmo, y lo más irónico es verlos aplaudir a los
uniformados o cantar el himno nacional, es la adulación al ego y la ignorancia
del alma. Es curioso que el alcalde decrete ley seca y luego el bobo presidente
imponga un toque de queda, y justo cuando el rumor de una asonada venía en boca
de los mismos oficiales, y que sea de noche para que no se afecte el comercio
sino sólo la intimidada población que salió armada como paramilitares. Ese
ejercicio me divirtió, lo que no me hace gracia es la impunidad en las muertes,
desapariciones y afectaciones en las manifestaciones, donde en un video se ve a
la policía con una bebé supuestamente asfixiada por gas lacrimógeno, o la chica
estudiante que un policía pateó en el rostro y partió su tabique. Y lo más
despreciable es que los medios inculcan el pánico y hablan de los costos
multimillonarios, cuando yo me pregunto si la propiedad pública es más costosa
que la privada, porque esos miles de millones salen del trabajo de la gente y
termina en las arcas de los socios, por lo que verlos enganchados en la
programación nacional es ofensivo. Unos marchan otros no tienen esa opción,
unos venden otros compran, los comandos cumplen su deber mientras los
criminales aprovechan, y mucho más mientras los que gestaron el problema se
refugian tras el estatus quo y su impunidad mafiosa, y nada pasa, ni luego de
asesinar o tortura, como la chilena Daniela Cardozo que fue golpeada, y violada
después de ser aprehendida por los carabineros, y que apareció colgada en una
reja de un parque. Latinoamérica es una colonia de las multinacionales,
empezando por el FMI y terminando en ONG que intentan poner paños de agua fría
a una infección tan morbosamente maquiavélica, al punto que no pasa nada
teniendo previsto todo en su plan problema – reacción – solución. Volverán a
sus máquinas y como autómatas irán a las urnas a votar y diezmar, harán leyes
como la de Rosa Elvira que seguirá siendo lucrativo y placentero violar y
asesinar mujeres, igual que no van a desmantelar el ESMAD ni sacar al obtuso
presidente, de nada sirvió un plebiscito a la mitad del periodo administrativo
de la capital. Nadie impedirá a la verdad abrirse paso en las tinieblas, sus
relativas certezas están eclipsadas por la mediocridad obediente, sólo la luz
revelará el valor tras el miedo que sufren los mortales, cambiarán ese
repudiable amor al dinero y el poder por la sabiduría y la empatía, ya que
vivimos en una enajenante sociedad esclavista y traicionera. La humanidad es no
esperar al mesías ni creer en los jefes, esos lideran para sus secuaces engañando
a la gente, por eso la vida es ilusión de una productividad contaminante, el
religioso hábito que no hace al monje ni a la santa, más bien el vicio de una
consciencia limitada y conforme. El título puede que enaltezca al profesional,
pero su posición lo aleja de la humanidad al escalar de su clase social, el
mono que vista de seda mono se queda, y ni la reina, ni el presidente ni el
papa merece mis respetos, no les creo lo que rezan más de lo que veo que hacen,
no pueden ocultar lo que pactan en su propiedad privada, sus efectos se
perciben en la incomprensible ignominia de la que se enorgullecen, se burlan de
los demás y me contagian de la alegría de no ser parte de esa locura colectiva.