La prueba definitiva es personal y al ser trascendental sólo la muerte es juez y verdugo, a parte de uno mismo, sólo el tiempo y el espacio puede condenar o premiar a alguien. Tal hecho se convirtió en algo más allá de un dogma, lejos de ser una ley de la naturaleza, el estatuto de los dones y las habilidades sobrepasan por mucho lo códigos y normas redactadas por hipócritas y mezquinos, o criminales organizados en sistemas desde donde gobiernan el imperio. El viejo cuento anarquista de quien desprecia toda autoridad y dominio de una clase sobre otra, ser artista es casi que estar en la labor de la creación, cual dios consecuente de la sabiduría de la consciencia y el poder que el espíritu alberga en la esencia del ser, atemporal y multidimensional, esa energía que nadie puede comprender y mucho menos manipular, es la fortuna de estar vivo o por lo menos de no estar en un lugar tenebroso y macabro. La dualidad suele aterrar a quien se debate en la rueda del destino, ese devenir es la incertidumbre ordinariamente ahuyentada con la pobre fe del rezo, la costumbre y el hábito. El revolucionario se destaca por el ejemplo, y éste es celebrar la vida hasta el punto de convertir tal filosofía en todo un estilo, tal como en los tiempos ancestrales de filósofos donde los reyes buscaban consejo o consuelo, y para ello debieron hallar en las leyes de la naturaleza lo que ni el artificio de los socios ha logrado. Observar un ovni ya no es tan raro como antes, lo inaudito es encontrar personas que más allá de creer en la vida fuera de este mundo y galaxia, extraño dar con médiums o visionarios que parecieran traer al destino en sus percepciones, como quien sabe el número de la lotería y no lo usa pero sí se lo da a una persona que más allá de necesitar dinero lo sabe invertir. A éste punto llegamos a pensar en filantropía y obras sociales, cuando lo real es un ego que se atribuye la nobleza cuando no tiene ni la dignidad de admitir su iniquidad, en lugar de eso la endilga y endosa a un pueblo que peca de ignorante y mediocre, por lo que mejor es no hacer nada que sirva a ese sistema y su gobierno. Que trabajen los esclavos, incluso esos traidores que olvidaron la crítica por las apariencias y el lucro, los vendidos que se callan ante las injusticias de banqueros y políticos, que prediquen la paz y la justicia a punta de masacres y desapariciones, pues es la moda del capitalismo que no cede su tiranía ante nada. Un mago no tiene el menester de los ciclos y procesos mortales, a pesar de ser un caduco condenado, no deja de ser el espíritu eterno que no nació ni morirá, aparentará estar vencido cuando la oscuridad sea tan grande que ya nadie crea en él, ni el dueño de tal luz que ha alimentado a un demonio o una sombra. Pide de tal forma que sólo toma lo justo, y hasta da más de lo que puede usando esa fe que hace milagros o devuelve la vida. Agradece la vida, estar vivo es consecuencia de ello, incluso el muerto vive en los corazones y se comunican en los sueños, espíritus que pueden habitar los elíseos prados de la resplandeciente bondad, o los infernales mundos yermos o gélidos donde el rechinar de dientes y el arrepentimiento arrastran las culpas de quienes nunca creyeron estar haciendo algo nocivo o negativo. El codicioso paga en secreto con sus errores a quien se le revela la verdad de lo oculto tras la ambición, aquel que sabiendo lo justo es austero en su momento y caritativo en cualquier otro instante, no hay excusa para poner al dinero por encima de la voluntad o el interés, es por eso que el mundo está agonizante y moribundo. Las evidencias no muestran nada, pueden ser creadas o circunstanciales, no hay verdad absoluta ni mentira a medias, lo cierto es la dicotomía de una unidad dividida en busca de la integridad, un sistema naturalmente humano que quiere liberarse de las cadenas y los grilletes de oligarcas con sangrientos feudos capitalistas modernos.
