lunes, 21 de enero de 2019

PARTE DE UNA PARADOJA RECONCILIADA EN EL INCIERTO DEVENIR ABSOLUTO


Si bien es cierto que el mejor gobierno es el que no gobierna en lo absoluto, también lo es que la política es corrupta e innecesaria, lo mismo que el estatus quo y un sinfín de fruslerías de las que se ufanan como socios, pues ser humanos dejaron de serlo cuando firmaron el pacto, y no es sólo un contrato de papel, me refiero a la forma en que se rindieron espiritualmente y aceptaron que la materia lo es todo. He aquí la razón de un descarado negocio en que se convirtió el mundo, volteó los valores y atrapó esa gran fuerza llamada humanidad en un conglomerado de sociedades, de la que no somos socios sino esclavos, una degradante manera de ordenar lo que en principio debe ser caótico, y si no, observen a una mantis devorar una langosta y no verán una diferencia con el que come en el más fino restaurante. El problema no es la humanidad, ésta misma es una fuerza de doble sentido (más en lo positivo que en lo negativo) en el devenir de un constante equilibrio, un ritmo que a veces es denso y otras es fluido, que a pesar de las extremas diferencias en esencia son tan cercanas que la integridad cobra vida. Ahora el conocimiento no sirve de nada si no deja lucro o sirve al propósito del consumismo, por eso el arte dejó de ser la muestra de la capacidad humana (la que por cierto es prolija y humilde) para ser mero entretenimiento, todos tras la fama y fortuna cual soborno por su conformismo ególatra, y ni qué decir de un público fanáticamente mediocre y trivial. Universidades que entrenan hombres cual si fueran monos de circo, y eso es la política que no deja nada más que mentiras públicas de intereses privados, y por más justo que fuera un hombre no justifica el sistema ni sus instituciones, mejor era el mundo cuando él mismo era el sistema, pero ahora el hombre manda, y no cualquiera, es la élite humana que superior al resto es proporcionalmente inmune a su fortuna, o sea, entre más dinero tengas para untar a los demás podrás salirte con la tuya, y si eres proactivo, puedes hacer como los ex-presidentes del mundo que fuera de traficar con drogas son trashumantes, en realidad, no existen fronteras cuando el planeta entero pertenece a los podridos en dinero. Así que cambiar la sociedad es empezar por la razón de la misma, que no sea un negocio sino una expresión de la bondad, desparecida caridad en la lástima de una limosna, de un aliciente promocional cuando la verdad es el saqueo, la ambición y el despilfarro. Un día no hará falta policía porque el ladrón no tendrá a quien robar, no habrá quien asesinar pues sólo quedan los culpables del exterminio, ya no habrá negocio cuando no quede nada que minar, cuando el agua no sea potable ni la tierra estéril, ya que se comieron el último animal y no hay árboles que den su fruto… sólo entonces pensarán que no hay tarjeta de crédito que valga, mucho menos voto que valga, sólo tendrán aquello que hoy mismo tienen: consciencia, sólo que entonces dirán ¿Cómo dejamos que esto pasara? Y saldrán los culpables con sus soluciones, vendrán los salvadores y dirán que por el bien debemos aceptar que somos malos cuando somos más que unos condenados. Les aseguro que los dueños del mundo no se preocupan por el futuro, mucho menos por el prójimo, sólo adoran su interés, su orden y control que tanto necesitan cuando en esencia es caduco y primitivo, sí, es anticuada esa forma en que los unos tratan a los otros como mercancía, dejan basura a su ruidoso paso, o contaminan con su vulgaridad el ocio del que disfrutaban filósofos y artistas. Y aquí entra mi apatía con todo eso que han construido en pos de la razón y la sociedad, que repito, es mero negocio, de que soy un parásito que vive bajo la sombra de su casi imperceptible existencia, anónimo en el ostracismo, ya que los pocos que aceptan la ácida verdad prefieren enfocarse en su propio interior que búscalo en el exterior, nada hay fuera de la consciencia que no sea práctico, de allí sacan todos esa fuerza que une a los amos y a los esclavos a pesar de su garrafal diferencia, y los unos reverencian a los otros en una sociedad de la que ni soy esclavo pero tampoco ajeno. 


EL CASTILLO DE LOS PIRINEOS

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donde habito (salido de mis sueños)

MAIAA

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