Si bien es cierto que el mejor gobierno es el que no
gobierna en lo absoluto, también lo es que la política es corrupta e
innecesaria, lo mismo que el estatus quo y un sinfín de fruslerías de las que
se ufanan como socios, pues ser humanos dejaron de serlo cuando firmaron el
pacto, y no es sólo un contrato de papel, me refiero a la forma en que se
rindieron espiritualmente y aceptaron que la materia lo es todo. He aquí la
razón de un descarado negocio en que se convirtió el mundo, volteó los valores
y atrapó esa gran fuerza llamada humanidad en un conglomerado de sociedades, de
la que no somos socios sino esclavos, una degradante manera de ordenar lo que en
principio debe ser caótico, y si no, observen a una mantis devorar una langosta
y no verán una diferencia con el que come en el más fino restaurante. El
problema no es la humanidad, ésta misma es una fuerza de doble sentido (más en
lo positivo que en lo negativo) en el devenir de un constante equilibrio, un
ritmo que a veces es denso y otras es fluido, que a pesar de las extremas
diferencias en esencia son tan cercanas que la integridad cobra vida. Ahora el
conocimiento no sirve de nada si no deja lucro o sirve al propósito del
consumismo, por eso el arte dejó de ser la muestra de la capacidad humana (la
que por cierto es prolija y humilde) para ser mero entretenimiento, todos tras
la fama y fortuna cual soborno por su conformismo ególatra, y ni qué decir de
un público fanáticamente mediocre y trivial. Universidades que entrenan hombres
cual si fueran monos de circo, y eso es la política que no deja nada más que
mentiras públicas de intereses privados, y por más justo que fuera un hombre no
justifica el sistema ni sus instituciones, mejor era el mundo cuando él mismo
era el sistema, pero ahora el hombre manda, y no cualquiera, es la élite humana
que superior al resto es proporcionalmente inmune a su fortuna, o sea, entre
más dinero tengas para untar a los demás podrás salirte con la tuya, y si eres
proactivo, puedes hacer como los ex-presidentes del mundo que fuera de traficar
con drogas son trashumantes, en realidad, no existen fronteras cuando el
planeta entero pertenece a los podridos en dinero. Así que cambiar la sociedad
es empezar por la razón de la misma, que no sea un negocio sino una expresión
de la bondad, desparecida caridad en la lástima de una limosna, de un aliciente
promocional cuando la verdad es el saqueo, la ambición y el despilfarro. Un día
no hará falta policía porque el ladrón no tendrá a quien robar, no habrá quien
asesinar pues sólo quedan los culpables del exterminio, ya no habrá negocio
cuando no quede nada que minar, cuando el agua no sea potable ni la tierra
estéril, ya que se comieron el último animal y no hay árboles que den su fruto…
sólo entonces pensarán que no hay tarjeta de crédito que valga, mucho menos
voto que valga, sólo tendrán aquello que hoy mismo tienen: consciencia, sólo
que entonces dirán ¿Cómo dejamos que esto pasara? Y saldrán los culpables con
sus soluciones, vendrán los salvadores y dirán que por el bien debemos aceptar
que somos malos cuando somos más que unos condenados. Les aseguro que los
dueños del mundo no se preocupan por el futuro, mucho menos por el prójimo,
sólo adoran su interés, su orden y control que tanto necesitan cuando en
esencia es caduco y primitivo, sí, es anticuada esa forma en que los unos
tratan a los otros como mercancía, dejan basura a su ruidoso paso, o contaminan
con su vulgaridad el ocio del que disfrutaban filósofos y artistas. Y aquí
entra mi apatía con todo eso que han construido en pos de la razón y la
sociedad, que repito, es mero negocio, de que soy un parásito que vive bajo la
sombra de su casi imperceptible existencia, anónimo en el ostracismo, ya que
los pocos que aceptan la ácida verdad prefieren enfocarse en su propio interior
que búscalo en el exterior, nada hay fuera de la consciencia que no sea
práctico, de allí sacan todos esa fuerza que une a los amos y a los esclavos a
pesar de su garrafal diferencia, y los unos reverencian a los otros en una
sociedad de la que ni soy esclavo pero tampoco ajeno.