lunes, 30 de noviembre de 2020

EL TORBELLINO Y LA CARROZA DE FUEGO



¡Aquel es Marte y ese es Venus! Los planetas se reconocen porque no titilan como las estrellas.
Dijo ella señalando cada uno de los astros, apuntando a otros y nombrándolos ¡Ese de allá es Sirio y esas de allá son las Pléyades! ¡Entre ellas está orión! Se reconoce por el cinturón y las cardinales Rigel, Betelgeuse, Bellatrix, Saiph, M41, M42 y si tuviéramos un potente telescopio y filtros, ten la certeza de que verías las nébulas de cabeza caballo y la nebulosa de Orión o la M43 donde se dice que es una productora de vida y una fuente de poderosa energía. Hizo una pausa, sin dejar de ver al infinito. Pronto amanecería y la luz de esas distantes estrellas quedaría eclipsado por el brillo de nuestro propio sol, que es de los más pequeños en tamaño y edad. Ese silencio que incomoda a los demás, es un momento de intimidad compartida, mejor que el sexo teniendo en cuenta que tener una conexión cósmica es mucho más intensa que un orgasmo. ¿Qué piensas? Me cuestionó como si pudiera leer mis pensamientos y quisiera atraparme en mis propias ilusiones. ¡Nada! Creo que sabes mucho de astronomía. Fue lo que se me ocurrió al instante. Ella no dijo nada, imperturbable y absorta en el espectáculo celeste, sin imaginarme lo que estaría pasando por su mente, ya que la mía era un intrincado laberinto de pensamientos. Pensar que estamos solos en el universo es algo muy egocéntrico y egoísta. Imagínate los planetas en esas estrellas. Sistemas binarios y triples una orbitando a la otra, soles tan cercanos que son mercados interestelares, agujeros negros que son un recurso para combustible e incluso portales temporales. Miles de especies intercambiando los más exquisitos manjares o extraños objetos, conviviendo a pesar de que son enemigos por el bien común simplemente, una zona de tolerancia sideral donde existe un pacto de paz. Hace muchos eones sucedió una guerra por todo el joven universo, se extinguieron muchas civilizaciones y los mundos que habitaban, pacíficos e indefensos seres que convivían en paz y que se sacrificaron por convicción. Volvió a inmutarse. Recorría la bóveda celestial con sus hermosos ojos anaranjados, como una elfa mitológica, moviendo su cabeza levemente. Yo sólo la veía pensando en lo que había dicho, ya no la percibía como mi compañera del colegio. Contemplaba a un ser fuera de esta galaxia, forjada en la luz y el amor de un primigenio caos. No quise perturbar su meditación, la mía era enfocarme en sus ideas y las evidencias del momento y del lugar, que por cierto, era distante y tranquilo que no en vano lo llaman la zona del silencio. Un bólido de color verde atravesó nuestra visión como si anunciara algún fenómeno extraordinario. Nadie dijo nada. De repente una luz se desvió de su ruta y se posó cerca de nosotros, como si estuviera sondeando cada partícula de los cuerpos y la energía que expelen. Luego de estar estática al norte, se desplazó vertiginosamente al sur y se quedó inmóvil a una altura promedio, o al menos eso parecía ya que luego de un rato, esa luz quedó sobre nosotros. ¡Siento que son hermanos mayores. No regresivos ni arcontes! Dijo ella con una seguridad que me asustaba, me inquietaba su serenidad, nunca había pasado algo así en mi vida. La luz empezó a hacerse más grande, como si estuviera descendiendo. Mi compañera se animó a levantar sus manos, saludando con sus palmas abiertas y una expresión de éxtasis en su hermoso rostro. Al volver a ver la luz, me di cuenta que era multicolor, no emitía ningún sonido ni pareciera estar girando, con un tamaño considerable. Quedé cegado por el resplandor, tirado en el suelo por el impacto de una fluorescencia, desorientado y aturdido, no sé cuánto tiempo pasó ni lo que pasó con mi amiga, ella había desaparecido, ascendido en un fulgor y quien sabe con rumbo a dónde, pero en mi mente escuchaba “Regreso a casa, perdóname, celébralo”

EL CASTILLO DE LOS PIRINEOS

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donde habito (salido de mis sueños)

MAIAA

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