Ser una persona con un semblante amargado y adusto no me
hace malo, pues más allá del mal y del bien las cosas en la vida tienen un
propósito, sea positivo o negativo, ambas corrientes son el eje con el que la
rueda del destino gira y gira. Tras mi indiferente sentimiento con lo social
está la atención que presto a lo sublime y trascendental, desprecio lo mortal
cuando lo humano está en ser divino, pero nada que hacer con el esclavo
convencido de un sistema que lo manipula por no decir que lo utiliza en todo
sentido. Suelo sonar despreciable incluyendo el léxico vulgar con el que se
expresa in inconformismo, esa crítica taladrante de mentes y sentimientos
atados a la cadena de los mercados, el mismo que distraído y entretenido con
fútbol no se da cuenta de la guerra que se cierne sobre las almas humanas.
Gracias a la sombra he descubierto mi luz, me ha revelado los misterios que
yacen en lo desconocido, e incluso en ha enseñado a protegerme de la oscuridad
ajena, mi soledad compañera que en la sinfonía del silencio me educa. Todo el
universo habita en cada partícula que compone células y demás estructuras
orgánicas e inorgánicas, todo yace en el corazón como herencia de esa energía
de amor llamada dios, nada hay fuera que no exista dentro ni vida que no sea
por la muerte. Escribo esto pensando en mi fantasmal público, anónimo entre
miserables me reconozco como especialmente afortunado de pensar, sentir y vivir
como lo hago, en la austeridad dedicado a servir, una consciencia individual (Por
lo que algunos me dicen egoísta o mezquino) entre una conciencia colectiva
usurpada por élites y aliens. He visto cosas increíbles, conocido personas
fantásticas, paisajes maravillosos con cósmicas vistas de colores sicodélicos,
las óperas venidas de estrellas e interpretadas por la vida misma. Inútil es el
dinero y el poder en este mundo, son superados por mucho por aquellos que
vivieron bajo la ley de la vida antes que la de los mortales humanos, la
consciencia es la ley del universo que pone a los seres en un altar o los
deroga a revolcarse en el fondo del pozo más profundo. El conocimiento de nada
sirve si no se aplica en razón del bien común, corporaciones educativas,
financieras, judiciales, legislativas y demás asociaciones corrompidas y doble
moralistas, son las culpables de la ignorancia que tanto aqueja al mundo. Los
pobres no tienen más opción que la servidumbre, ser víctimas de ricos que
impunemente se salen con la suya, bien dicho que la justicia es para el de
ruana (el pobre), y es una maldita lástima ver que su límite es su status quo
de ñeros. Alienado me quejo no sin dar algo de esperanza, pues de no ser por la
fe de mi espíritu no estaría aquí tecleando disparates, dejando a mi mente
divagante guiar mis dedos en pos de algo diferente a la basura que escucho en
la radio o la tv, aunque no niego que de vez en cuando sigue funcionando como
fuente de información. Los días no pasan en vano ni cuando se tira todo por la
borda, como Rafael Uribe que mereciendo la peor de las condenas vivirá tranquilamente
en una casa fiscal (Cárcel de ricos), pero cuando deje su cuerpo verá la verdad
y enfrentará sus actos como una tortura. Sus vidas de novela en poco se comparan con mi
vida de película, rutina de misterios descifrados intuitivamente y probados en
las más insólitas circunstancias, y ni decir que entre dios y el diablo pues
somos el epítome de la dual dicotomía universal. Ni mis vicios me hacen
mortales, son mi punto débil pero no mi ruina, y me cuido de mis demonios como
de los ajenos, lo malo de muchos es que son orgullosos y vanidosos que no
admiten su codicia y lujuria, tan complacientes en su comodidad que el miedo
los atrapa en sus ilusiones y deseos. Sólo pido algo qué fumar fuera de lo
básico de todo mortal, de resto sé que mi espíritu me ha mantenido y lo seguirá
haciendo, que al dejarlo libre me afecta tanto como me premia, tan rancio para
despreciar con brutal odio y tan sensible para ponerme en zapatos de otra horma;
ser tranquilo ha sido mi ruina en un mundo tan agitado, pero para gloria de mi
alma ha sido la paciencia una virtud que no he perdido aunque fuera agredida
por la rutina ajena.