Los borregos en sus corrales eran custodiados por los perros pastores, quienes a su vez servían a los lobos quienes eran los gobernantes en la granja, habían tomado el poder cuando los reyes fueron exterminados por sus súbditos, oligarcas que institucionalizaron el reino y lo convirtieron en el muladar moderno, la temida Babilonia del Apocalipsis. Algunos corderos tenían la desgracia de convertirse en sacrificio del judío que venía a la granja con regularidad, no importaba lo kosher que fuera su muerte cuando ésta es el final de la existencia, por lo que carneros, ovejas, vacas y hasta pollos y pavos siempre terminaban votando por el lobo para que los protegiera del águila, culebra y hasta del tiburón, a pesar que la costa estuviera demasiado lejos. Aunque los fundamentos eran muy explícitos la práctica era muy confusa. Cualquiera podía ser candidato a regente, pudo haber sido el incansable y laborioso equino o el astuto cerdo, al fin de cuentas, una finca está en medio de la naturaleza que se revela en lo silvestre, como las aves de paso o los micelios y organismos que llevan más tiempo sobre la tierra que la humanidad. Pese a que un búho o un cuervo pudieran ser los mandatarios, siempre eran las ratas y sus pulgas la más prolija política, generalmente eran los lobos quienes ganaban, todo porque eran más avaros que los israelitas y banqueros del mundo de los estólidos productores de basura de las ciudades. Las fábricas poco se van tragando el campo haciendo de lo orgánico un escaso y costoso producto, ya que las compañías socias de políticos en su intento de capitalizar y globalizar han destruido el alma. Las manadas de lobos coaccionaban a los demás, los “convencían” de sus proyectos sociales, pues la estafa era evidente, nunca nadie en ese gremio diplomático y burocrático cumplía lo que prometía. La ilusión era perfecta, una copia del sistema empleado por los humanos quienes creían beneficiarse de todos ellos ahí, pero sólo enseñaban los artificios y trucos empleados para construir realidades o mantener estatus quo, pues el rey de la selva encontró competencia en la razón del materialismo positivista. Los bípedos homínidos dormían, pero los animales a falta de luz física se evadían al mundo donde nunca deja de brillar, no discutían ni debatían, sólo escuchaban el coro celestial hipnotizados en un trance atemporal en ninguna parte. Los trillones de animales sacrificados a Jehová, Baal, Astarté y otros dioses y sincretismos, eran libres de sus formas físicas reconociendo en el terrible y asesino en masa a un libertador, como Bolívar cuya cifra de homicidios es amplia y desconocida, y era curioso que ellos también transitaran hacia la luz a la par en la oscuridad, en perfecto equilibrio, todo en la comprensión de la vida y la muerte como un devenir igual al latir de un corazón. Las elecciones habían pasado ganando el lobo de la oposición, y aunque todos fueran demócratas nadie aceptaba que era un déspota o un mitómano, todos metidos en la misma rosca, el imperio de los feroces licántropos que en sociedad oculta con otras especies, imperaban impunemente como los hombres y mujeres que a diario venían por su leche, o sus huevos o la miel, cuando no por su carne y pellejo con el que forraban sillas y se daban crueles festines. En la banalidad del tiempo no importa, pero en la trascendental consciencia hasta el pasto está numerado, las estrellas no están al azar en el firmamento, y mucho menos se nace para morir en vano. Y los lobos lo saben, igual las lechuzas y los lagartos, sobre todo los arcontes que los poseen a menudo, dueños del útero de donde se crean las aberraciones, así es la manera en que los hombres aprendieron hace tanto que olvidaron a sus maestros, sólo unos pocos lobos y judíos saben el secreto, los demás perecen sin siquiera imaginarse que todo ese soborno era una estafa, los corderos vestidos de lobos eran la élite socia de los lobos y humanos, daban lana y lana mientras los codiciosos animales recibían su tajada en un perfecto sistema piramidal.
