martes, 11 de julio de 2017

                                          Imagen google

Por alguna razón me gusta verla en su uniforme con chaleco blindado y demás, es una pequeña guerrera con una voluntad inquebrantable, mujer al fin de cuentas, e incansable trabajadora a la que le gusta lo que hace. Cuando los del FBI hacen redadas uno quisiera irse con ellos con una cámara como arma, quizás manipulando un dron o en la retaguardia esperando a abrir fuego. Mi trabajo como reportero sí es trabajo porque me cuesta, a diferencia de la labor que ella no sólo disfruta, sino que es experta y más que profesional en su campo, por mi lado, ser independiente es una lucha entre la corporatividad y la institucionalidad. Lejos de lo real e importante como lo es la lucha contra el crimen, me he asociado a una red de comunicadores de lo extraño y lo fantástico de la vida cotidiana en el mundo entero, así, rotamos videos de fantasmas, luces, ovnis y demás fenómenos que se nos escapan a la comprensión y la tolerancia. A mi esposa no le gustan esos temas, y más cuando hace diligencias de necropsia y allanamientos, ella lidia con la escoria de la sociedad y yo con entes, demonios y cosas así, me pagan por narrar lo que nos pasa en lugares macabros como sitios viejos y abandonados. Yo no uso talismanes, ni rosarios, ni agua bendita, ni mantras, ni nada así, mi método es más simple y efectivo: Nada hay en el otro mundo que pueda hacerme daño allá o en este, no hay criatura que tenga poder sobre mi espíritu ni alma que pueda hacer daño o matar a la mía. Soy hijo de la luz y el amor, milagro que se manifiesta en lo secreto e invisible. Respeto las creencias de mi mujer, su dios y patria de las que reniego, pero por ella voy al mismo infierno, me rebajo de vibración y me enorgullezco con mi vanidad, bajo guardia y permito el golpe directo de un enemigo que es pura energía. Así fue como lejos de intervenir en los casos, sólo los describo en mis propios términos que también riñen con los preceptos masones de mis empleadores, ya que en mis primeros casos que tomé tan personal tuve inconvenientes como súcubos y otras larvas del plano astral. Mejor hacer alianza y amar ese enemigo que acecha en las sombras y que no deja de ser parte esencial de la vida de la cual se puede aprender mucho, y la soledad es el dolor de muchos cuando es el placer de pocos. Mi esposa tuvo su tiempo de malos amores, y aunque no sea el padre de nuestros hijos los amo más que a mí mismo, son el amor de mi amor y por lo tanto mis adoraciones. Yo aventuré mucho hasta el hastío, ahora el viaje es ser el ejemplo de nuestra familia, el objetivo es ser el progenitor de nuestro compromiso, y por eso me quedo tranquilo cuando sale, sé que va con la bendición del padre cósmico y así mismo regresa, que cuando la veo con su armadura antibalas me imagino desnudarla. Nuestros sueños personales se han cumplido, ahora estamos desarrollando nuestro idilio, más felices y tranquilos no habíamos sino nunca. Un compañero de trabajo, el único que me agrada y hablo, resultó ser un terapeuta de hipnosis, y se ofreció a hacerme una regresión. Mi mujer escéptica y algo temerosa me preguntó si confiaba en él como para soltarle mi mente, y le pedí que me acompañara y me vigilara, el video lo censuré por obvias razones. La sesión fue difícil, mi mente se rehusaba a entrar en trance, pero su habilidad me llevo a un estado profundo de subconsciencia, fue entonces cuando me vi como una chica que iba tras los cruzados templarios en el medio oriente, era enfermera o algo así que iba tras mi marido, un maestro caballero en todo el esplendor de su presencia. Lo vi apearse del gran caballo que lo traía, veía a mi esposo con el mismo sentimiento ya descrito en mi esposa, lo amaba de tal manera que iba tras él en un servicio médico. Su pulida y brillante armadura era impecable, como si la sangre en la batalla evitara su impoluta protección, por lo que hablar de la muerte de él o de ella no hará parte de un relato de esperanza como éste, pues cuando aquel imponente ser se quitó su yelmo, tenía una apariencia como la de mi esposa que, en la posterior sesión, descubrió haber sido un templario que amaba a sus hijos y a una médica que servía tras sus filas.  

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