sábado, 20 de julio de 2019

NO HAY CONTRATO SOCIAL CUANDO PACTO CON MI SER


Que si soy egoísta ¡Claro! Si no lo fuera no habría encontrado mi camino. Amarse a sí mismo debe ser desde el espíritu más que del cuerpo, nadie puede decirme lo que hay en la mente o corazón, mucho menos tienen la verdad de lo que hay en el espacio o en el mundo. La soledad no ha sido el mal que otros temen, ha sido una maestra como la muerte misma, una oportunidad de descubrir aquello oculto en el interior humano, eso que se denomina consciencia, nos diferencia de todo ser vivo sobre la tierra, a pesar de que nos comportamos peor que animales, demonios diría yo. Lo sé porque me atormentan mis propias sombras, con todos los dones vienen los defectos, y no niego los míos, pero tampoco les hago publicidad, pues eso parecer el ego del mundo, y no voy con esa razón de ser, sino con mi propia visión de la existencia que supera con creces ese negocio al que llaman democracia. ¿Por qué escribo y no publico? Porque mi intención no es hacer dinero, si lo hiciera tendría que ser consecuente con ese efecto de bola de nieve, no quiero detonar la reacción en cadena de esta bomba atómica que es mi forma de pensar y vivir. Este blog ha sido la prueba de un no tan inútil trabajo, es apenas una leve exposición de todo aquello que guardo al legado de mi existencia cuando ya no exista, cuando la parca me acerque a la luz de dónde vengo y a donde regresaré, al amor y la paz. En otro tiempo, ni yo mismo sabía lo que se me ha revelado, era como un vaso vacío a medio llenar, ahora la gota ha rebasado el borde y derramado sangre, la inocente presa sobrevivió para luchar a par con sus depredadores. Una vez abierta la puerta no te puedes retractar, y si algo te advierten con insistencia en aquellas cosas de la vida, es que la naturaleza de tan complejo conocimiento puede ser tanto el éxito como la ruina, los ángeles y los demonios no operan en sus planos sino en nuestras vidas, quien tenga oídos que oiga. No soy un mezquino, hay una gran diferencia entre negarle al sistema el placer de mi complacencia, y ser un miserable que describe bien a banqueros, políticos y religiosos del mundo, hipócritas y cómplices de un negocio que absorbe el tiempo y el espacio de la humanidad, esclava y presa de un dominio imperial que son las monarquías y sus instituciones. Soy autodidacta, un ser de fe en lo atemporal del espíritu y lo banal de la razón y el sentimiento mortal de humano. La experiencia deriva en arte, prosa de otro tiempo en un ensayo de existencia, y amo al cine por extender un poco de lo que hay en mi memoria cósmica, por revelar más de lo que sus productores quieren cuando su efecto subliminal pasa a ser lectura semiótica. Ser atrabiliario requiere mucho tacto, puede que sea adverso a esa sociedad de la que no soy socio sino esclavo, pero no dejo de ser tan sensible que cada vez que ponen el dedo en la llaga, me recuerda que soy parte de un tiempo y una realidad sin pizca de consciencia o voluntad. Veo en muchas causas sociales la mano de Lucifer, no en vano dice en voz de Pacino: “yo sí amo a la humanidad”; lavar dinero es como lavarse las manos, y nada mejor al hacer publicidad y recuperar la inversión, porque ni el gobierno perdona cuando hace de sus obras públicas un contrato privado, y podría seguir con el orgullo y la codicia de toda esa clase de gente, sus consecuencias lujuriosas y pervertidas que hace de la corrupción algo normal, parte del mal inherente al ser humano, cuando en realidad es un consenso colectivo. Estaré cómodo desde una perspectiva social de la que me aprovecho según los altruistas y socialistas o humanistas, ignoran cuánto me duele ese plan mundial que reparte guerra y hambre, ese derecho humano a decidir por otros lo bueno y lo malo cuando esa apreciación es subjetiva por más lógica que le impriman. No habrá libertad mientras existan las clases sociales y las personas no valgan por su palabra, son los actos los que definen a los hombres, y malditos demonios que ganan millones a expensas de menesteres e ilusiones, pues me lastima y ofende que no exista cultura, que sea usurpada por quienes delatan a la fama y fortuna como el pacto que todos firman y yo no cumplo.

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