En el origen, las consciencias no tienen principio ni tendrán final, tal concepto de lo infinito y eterno se escapa a quien atrapado en un
cuerpo ha olvidado que es inmortal; mejor definir y limitar cada cosa que
integrarla en el todo. La humanidad antes de ser física era una idea universal
de hacer lo que cada uno no pudo, ser íntegro, pero en algún punto de la
historia el ser humano intervenido por una auto proclamada deidad, bajó de las
más elevadas frecuencias del amor para debatirse en el miedo y el hábito. El
cerebro humano del 100% de su capacidad no usa ni el 1 ¿Cómo es posible
alcanzar tal nivel y precipitarse al oscuro abismo? En aquel tiempo en que la
consciencia era la moneda del universo, ha sido la representación e identidad individual
de una parte del todo, eso que llaman Dios y que no es más que la red
energética del cosmos. Los que llegaron a tal nivel se les consideran casi que
dioses, como buda, cristo, mahoma y otros que se convirtieron en ídolos más que
en ejemplos, figurillas e imágenes. Quienes comprenden más allá del tiempo y el
espacio imaginan y creen, contrario a quienes mecánicamente viven en el
artificio de la sociedad, los que como borregos fieles a la patria lamen la
mano del que los sacrifica. La historia está escrita por los ganadores, y no siempre
son los justos o los honestos los que triunfan, como lo prueban aquellos que
viven del interés y los impuestos, codiciosos mercenarios de las bajas pasiones
humanas. Son ellos la razón de tanto mal en el mundo, los que imperan lujos
haciendo miserables a los pobres desafortunados, quienes al margen de la
sociedad la mantienen y fortalecen sin tener más que el desprecio de sus
gobernantes. Hubo un tiempo en que la humanidad era consciente de sí misma,
actuaba como un solo organismo en pos de sus necesidades espirituales, lo que
hizo al cerebro desarrollar capacidades fantásticas. La intuición es poco para otras
habilidades como la visión del aura o el desprendimiento astral, por no decir
la capacidad de acceder al registro akashico o hacer que la materia se
transforme, somos un reactor energético que alimentamos tanto demonios como
ángeles. La lucha entre las dos fuerzas es una ilusión, no hay tal guerra celestial
más que la propia de la dualidad, contradicción que hace de la vida una rueda
del destino que gira para uno u otro lado, el devenir que tanto hace sufrir a
todos, pero si resuelves la paradoja de seguro estarás tranquilo en medio de la
tormenta, podrás elevarte sin despegar un pie de la tierra. Todos vamos ligados
en una existencia obligada, pero el deber y el servicio depende del lado que
tributas, podrías estar sirviendo al diablo disfrazado de ángel o a ese poder y
esencia que se manifiesta tras los males y enfermedades. La muerte es otra de
las ilusiones, la parca maestra acompaña a los que en soledad se cuestionan
sobre todo, los que embriagados de reflexiones viven la vida de sueños que a
otros se les escapa. La sombra oculta los misterios y secretos que la sabiduría
resguarda como tesoro del alma, allí es donde relucen brillantes espíritus que
se encuentran a sí mismos perdidos en los zapatos ajenos. Era aburrido estar en
la plenitud del gozo, haber nacido para ser un esclavo de necesidades y deseos
es mejor que ser responsable, por ello se llegó a la decisión de caer al pozo
de la sociedad y el negocio. Atrás quedaron los eones de sabiduría ancestral,
viejos fantasmas que son ejemplo de trascendencia, energía pura del amor o el
miedo, nosotros mismos en una consciencia colectiva que creó el universo y lo
seguirá haciendo por siempre. La fuente de la ignorancia es la experiencia de
la vida, el que lo sabe vive incluso en la muerte, reina sobre los planos
sirviendo en comunidad, por ello tuvimos que tomar de sus aguas y olvidar que somos
dioses para vivir como esclavos de nuestras pasiones y necesidades.
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