Hubo un tiempo en que no creía en lo sobrenatural, todo ese
cuento de lo paranormal no era más que fantasías de desquiciados y alucinantes
viajes de dementes, nunca le di importancia a nada de carácter subjetivo o personal.
Para ser racional me he permitido los juegos de video e historias de horror que
me inmunizaron de ese miedo, mis temores son más reales como los criminales, ya
que ni el más intenso terremoto o la más abrumadora tormenta me aterran, las
disfruto como quien se beneficia a la falda de un volcán o a la orilla de un mar.
Todos maquinan maquiavélicas ideas llenas de prejuicio y temor, es producto de
una sociedad jerárquica y competitiva en la que el hombre es el lobo del
hombre, industria de control y muerte en la que el alma adquirió un precio y el
espíritu se corrompió. Hace una semana todo ello se materializó en una bizarra
escena. Nunca he tenido conflicto con nadie más allá de las palabras, apenas
uno que otro altercado con sujetos de trunca luz en busca de pleito, los
desalmados que en medio de cualquier iniquidad buscan el beneficio propio y la
satisfacción personal. Hace un par de noches un dúo delincuencial me acechaba
en la total oscuridad de una calle, más que verlos sentí que no debí tomar esa
ruta y como por instinto me di media vuelta, justo cuando los enfermos del alma
salieron a cazarme por no caer en su trampa. Me solté a correr con los
improperios en mi espalda acusándome con colosales cuchillos, la adrenalina me
llevó raudamente entre una calzada marchita y sucia, respiraba ese miasma que exhala
una ciudad podrida y corrupta. Tan pronto ya no oí más que mi propia
respiración volteé a mirar, no vi más que oscuridad y nada más, ni un alma a la
redonda, ni autos o indigentes en los andenes, como un espectral pueblo
abandonado recorrí con premura esos corredores del tiempo que el centro de la
ciudad ofrece al transeúnte, o en este caso a un perdido como yo. Puede que no
comprendan ese gélido aire que recorre la espina dorsal, ese escalofrío que nos
constriñe y nos reduce a simple mortales cuando somos luz más allá de lo
físico, ahora podía sentir aquello que no me atrevía a aceptar, se corrió el
velo de mis ojos en el momento exacto en que presentí ese mal que nos causa el
peor sufrimiento y dolor. Murciélagos y otras aves nocturnas graznaban ante mi
inusual presencia allí, al parecer nadie se atreve a cruzar por este lugar tan
macabro y bizarro, el escenario perfecto de un asqueroso film hediondo a
sangre, una aberrante imagen que puede arrebatarle el juicio hasta el más
insano asesino. Recordaba esos cuentos y sacaba valor de algún lugar (me
dijeron que del corazón) pero al recobrar el aliento emprendí de nuevo la
aventura, el objetivo era salir a una avenida o regresar a alguna parte conocida,
sin éxito alguno como esos personajes atrapados en pesadillas o situaciones
descabelladas. Volví a ver aquellas demoniacas figuras de humanos, porque serlo
no parecían con esa hambre que asola al insatisfecho, o ese amor maligno que
enamora al depredador de su víctima. Pensé en armarme con una piedra o un palo,
sin encontrar nada a la mano, también pensé en esconderme, en un instante me imaginé
en un hospital, cárcel o peor, en una tumba. Me armé de astucia y reaccioné, me
hallé en una zona de la ciudad que está llena de espantos y que por eso aún en
este tiempo, evitan pasar por donde las mujeres son violadas o los hombres
desaparecen o mueren. Salté una reja que daba a un paso de tren y corrí hacia
una mortecina luz, los demonios me iban frustrando casi alcanzándome, fue allí
que el abandono y el fracaso se transformó en la motivación perfecta. Me detuve
a esperarlos, se detuvieron antes de llegar a mí, tenía tanto odio dentro de mí
que vi la oportunidad para desatar la furia oculta en la sombra. Si me iba a
morir me llevaba a alguno, me moví hacia ellos y salieron corriendo como almas
que se lleva el diablo, balbuceaban algo inteligible, sólo cuando me di la
vuelta pude observar que la luz moribunda no provenía de un poste de luz, para
ser honesto, no venía de ningún lado, era un ovni que salió disparado cuando
pude lo detallar.
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